Peareekeetha Johnson
No sé que me pueda deparar el destino. No sé si algún día seré padre. Ojalá que sí porque son deseos que jamás saldrán de mí y que, de no cumplirse, marchitarían mi corazón. Pero lo que me atañe hoy no es mi deseo eterno de ser padre sino un deseo adicional que se ha hecho realidad: tener un fiel compañero canino. Se cumplió parcialmente al casarme pues mi mujer trajo a su perro a vivir con nosotros. Un perro genial y el mejor perro del mundo por ser el primer perro con quien convivo diario. Sin embargo, fue después que se hizo realidad por completo cuando mi negrita llegó a casa. Llegó delgadita, pequeñita y con ojitos de lucero, brillantes y latosos. Nunca había visto perrita más linda porque entonces supe que sería mi primer perro, bueno, mi primera perra en realidad. Enseguida comenzó a hacer lo que todo buen cachorro hace: romper, morder, crear nuevos hoyos en telas que nunca los tuvieron y claro, orinar y defecar en donde todos vivimos. Lo que le enseñamos, bien lo aprende y to